Diversas empresas acaparan tierras en Río San Juan |
Saúl Obregón y Teresa Mariscal
www.fundaciondelrio.org
La región mesoamericana, comprendida desde Panamá hasta el sur de México, representa el 2% de la superficie terrestre del planeta pero alberga un 12% de la riqueza biológica del mundo. Esta región, puente natural entre América del Norte y América del Sur, es poseedora de innumerables recursos naturales que deberían ser garantía para el buen vivir de sus poblaciones, sin embargo muchas de las personas que habitan esta zona se encuentran sumergidas en la pobreza. La Reserva de Biosfera Río San Juan, en el sureste de Nicaragua, es uno de los cientos de casos en Mesoamérica donde esta realidad se hace más evidente.
Declarada por la UNESCO en el año 2003 como patrimonio de la humanidad, la Reserva de Biosfera Río San Juan cuenta, entre otros ecosistemas, con tres humedales de importancia mundial y una de las áreas de bosque tropical húmedo mejor conservadas de Mesoamérica, la Reserva Biológica Indio-Maíz. Sin embargo, en esta misma zona reside una de las poblaciones más empobrecidas de toda Nicaragua, con altos índices de analfabetismo, embarazos en niñas y adolescentes y desnutrición infantil. En el municipio de El Castillo, por mencionar un ejemplo, menos del 50% de las comunidades cuentan con servicio de agua potable y las que si lo tienen carecen de la calidad y cantidad necesaria. Muchas de las familias que están en este territorio rural proceden de otras regiones del país, de donde han salido buscando nuevas tierras que puedan comprar y en las que puedan reproducir sus prácticas agrícolas con la cual convierten, de manera permanente, áreas de bosque en zonas agrícolas. Consigo cargan la pobreza espiritual y económica que se convierte en la principal herencias que transmiten de padres o madres a hijos e hijas. Atrás van quedando sus antiguas propiedades deforestadas e infértiles, en muchos casos, en manos de los grandes o medianos ganaderos del país que se benefician sumando más tierras a su dominio.
Desde hace varios años diversos sectores de la población, principalmente con ayuda de la cooperación internacional, hemos trabajado para romper este círculo de pobreza y destrucción ambiental. Es así que, por citar un ejemplo, en el año 2008 surge la Cooperativa de Productores de Cacao Familias Unidas de El Castillo (COOPROCAFUC R.L.), una de las cuatro organizaciones de productores y productoras que se dedican a la siembra y comercialización de cacao orgánico. Según Alejandro Mairena, gerente de la cooperativa, estar organizados y trabajando el rubro de cacao les ha permitido a los 143 socios y socias tener un mercado estable que les genera ingresos todo el año. Además, producto del trabajo dentro de la cooperativa acceden a procesos de capacitación que les ayuda a elevar el autoestima y el nivel de conciencia en la protección de sus recursos naturales. Comenta Alejandro que la mayoría de las familias han dejado a un lado prácticas productivas dañinas para el medio ambiente como la quema del bosque o la utilización de agroquímicos.
Una de las claves del éxito en este tipo de organizaciones de base, y un elemento que le aporta sostenibilidad, es que son las mismas familias campesinas, con un adecuado apoyo, las que se ponen al frente de sus iniciativas, las que logran desarrollar la habilidad para enfrentar las dificultades y las que garantizan que la mayoría de los beneficios quedan en el propio territorio. Desde FUNDACION DEL RIO, una pequeña organizaciones ambientalista con 23 años de trabajo a favor de la conservación del patrimonio natural en la Reserva de Biosfera Río San Juan, estamos convencidos que para romper el círculo de la pobreza se necesita que sean los sectores más desfavorecidos los que, haciendo uso racional de los recursos, transforma su realidad. Esta apuesta, a diferencia de lo que representa el establecimiento de una industria agroexportadora o un megaproyecto extractivista, requiere mayor tiempo y esfuerzo en capacitación y acompañamiento hacia las personas. Pero en definitiva es más justa y sostenible. Un ejemplo bien claro y palpable para nosotros es la labor de educación ambiental que por más de diez años realizamos en las escuelas rurales y con grupos de jóvenes en las comunidades. A través de este trabajo hoy vemos a una población juvenil y adulta con nuevos comportamientos, con mayor arraigo y compromiso hacia su territorio.
En Río San Juan también tenemos experiencia con el establecimiento de monocultivos como el de palma africana (Elaeis guineensis) o naranja (Citrus sinensis). Estas plantaciones, propiedad de grandes capitales extranjeros y/o nacionales, se establecieron en la zona comprando a bajos precios las fincas de los campesinos, aprovechándose de la pobreza y el poco arraigo hacia la tierra de una población eternamente migrante. Una hectárea de tierra en el municipio de El Castillo es adquirida actualmente por las empresas a un valor promedio de 700 dólares americanos. Con esta situación han surgido varios problemas ya que los esfuerzos de estabilidad y mejoría social de la población se debilitan y se aumenta la presión por colonizar nuevas áreas de bosque, que en muchos casos son propiedad de comunidades indígenas. Las familias que venden la propiedad deben re-iniciar su vida en nuevas áreas cada vez más alejadas de la inversión pública que el Estado garantiza: caminos, escuelas o centros de salud. Los que venden pero deciden no migrar se ven obligados a cambiar su cultura productiva, pasando de productores de alimento a peones agrícolas que, en condiciones prácticamente de explotación, dependen de un salario que les proporciona la misma empresa. Quienes se han reusado a vender van siendo rodeados por las nuevas plantación y prácticamente son acorralados ya que no pueden transitar libremente por los caminos, las fuentes de agua son contaminadas o entran en conflictos con linderos de manera que al final se ven obligados a negociar sus propiedades. Por otro lado la producción de un mismo rubro en grandes extensiones de tierra requiere la utilización de agroquímicos que contaminan el suelo, agua y plantaciones aledañas, esto son elementos que agudizan los problemas de pobreza que vive la población.
Desde hace algunos años el acaparamiento de tierra por parte de empresas va en aumento en la Reserva de Biosfera Río San Juan y en toda la región mesoamericana. Son muchas las comunidades campesinas o indígenas que están sufriendo este fenómeno que, desde nuestra experiencia, limita las opciones reales de que miles de personas podamos alcanzar una vida digna y de que conservemos el patrimonio natural. En la actualidad requerimos buscar alternativas al modelo de desarrollo que desde los países del norte se ha definido como el “ideal” y que hemos adoptado incluso en el cuarto mundo. No podemos seguir pensando que el dinero lo es todo o que la naturaleza y las personas somos insumos para el gran capital. Transformar esta forma de pensamiento es dar el primer paso hacia un horizonte de justicia y equidad que tanta falta hace en nuestra madre tierra.
31 de octubre de 2013
El Castillo, Río San Juan de Nicaragua
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